lunes, 23 de julio de 2012




Voy a llenar una maleta de por si acasos. Me pondré un vestido bonito y me recogeré el pelo. Caminaré con la cabeza baja, entre triste, tímida y asustada y al llegar a la estación pediré un billete para el próximo tren que salga, sin que importe su rumbo. Me sentaré en el andén, prenderé un cigarro; me convertiré en la ficticia modelo de una ficticia fotografía en sepia o blanco y negro. Oiré el tren a lo lejos. Me pondré en pie y entrecerraré los ojos intentando atisbarlo. Se detendrá estrepitoso. Bajarán personas, no subirá ninguna; solo yo. Elegiré asiento; a la izquierda, junto a la ventanilla. Estará anocheciendo. El cielo se deshará en pinceladas de azul, verde, amarillo y naranja. El tren arrancará. Respiraré hondo.

Y entonces, y solo entonces, miraré el billete para saber cuál va a ser mi lugar de destino.



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