jueves, 30 de agosto de 2012



Siempre he querido que me escriban una canción.
Una canción que diga en qué lado de la cama me gusta dormir. Que cuente que me encantan los helados en invierno y que me hagan la cuchara. Que tengo un lunar junto al ombligo y otro en un sitio que prefiere no decir. Que a mi perro no le gustan los hombres con los que salgo y que mi nevera está llena de cerveza y de seitán. Que cuente que no le importa que me muerda las uñas, ni le molestan tampoco las marcas de mi piel. Que tiene todo eso que a mí me falta, y al revés. Que para ser feliz conmigo solo necesita cuatro paredes y un colchón en el suelo, y que cuando estamos juntos le sobra hasta la piel.
Siempre he querido que me escriban una canción. 


Y que me la canten al oído, despacito, suave... mientras me hacen el amor.



sábado, 18 de agosto de 2012



Supongo que en el fondo todos estamos muertos de miedo. Cagados. Tan acojonados que no podemos siquiera pensar en ello con claridad.
Salimos de fiesta. Nos emborrachamos. Follamos. Tenemos móviles con pantalla táctil. Tenemos tanta ropa en el armario que podríamos vestir con ella a treinta personas al mismo tiempo. O a más. Tenemos cámaras réflex, cabellos teñidos, rastas, tacones de 10 cm. Tenemos esposas y lubricante en el cajón de la mesita. Tenemos ganas y tenemos prisa.
Pero solo hay una cosa que importa en realidad; todos tenemos algo que esconder. 
Y es el miedo a nosotros mismos lo único que nos frena. 
No tengo nada que ofrecer ni nada que explicar.
Al fin y al cabo, nadie me preguntó si quería venir a este puto mundo.


¿Y a ti?