martes, 6 de marzo de 2012
Marylin se mató con una sobredosis de somníferos. Séneca se cortó las venas. Sylvia Plath metió la cabeza en un horno. Virginia Woolf se llenó los bolsillos de piedras y se tiró al río Ouse, y dejó una carta en la que escribió: Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú.
Sartre pensaba que
La vida es una mermelada vomitada.
Y para Shopenhauer
La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir ... Y así sucesivamente por los siglos de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas.
La bruja de Blancanieves se tiró por la montaña.
La vida y la muerte
son
tan...
insignificantes.
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