sábado, 26 de febrero de 2011

Estoy en el sofá, en Madrid, con Mico tumbado encima de mí. 


Y así la vida parece un poco menos fea.



martes, 22 de febrero de 2011

Siempre pensé que las personas que intentaban buscarle sentido a todo perdían el tiempo, que las que solo hacían cosas si tenían razones para ello desaprovechaban muchas oportunidades, que aquellos que nunca se saltaban los pasos a seguir tenían siempre resultados que no funcionaban ni bien, ni mal. Solo funcionaban. Y no todo en esta vida son frigoríficos.


Creo que durante unos meses de mi vida me he olvidado un poco de todo esto que creía.
No tardaré ni tres segundos en recuperarlo.


No se puede luchar contra lo inevitable.

viernes, 18 de febrero de 2011

El cepillo de dientes que está junto al mío en el baño y lleva casi cinco meses sin ser usado se está poniendo muy nervioso.

martes, 15 de febrero de 2011

Es como si las cosas buenas se congelasen en el tiempo y solo las malas tuvieran repercusión.

sábado, 12 de febrero de 2011

Aún no tengo muy claro cómo sobrevivir en este manicomio que llaman vida. Lo único que sé, o que creo saber, es que el rey del psiquiátrico no es el más viejo. No es el más violento. No es el más sumiso. 
Es el más loco.
El que tiene menos miedo.


jueves, 3 de febrero de 2011

Podría dejar todo lo que tengo, incluido a las personas a las, creo, quiero, y embarcarme en un viaje que me llevase a morir en un autobús entre la tundra de Alaska. ¿Sería posible acaso tener un final más apasionante? En mis últimos minutos escribiría la mejor frase de mi vida y luego moriría. Y ya no habría nada por lo que preocuparse.
Podría comenzar a visitar grupos de apoyo con la simple y, al mismo tiempo, compleja finalidad de sentirme viva. Podría meterme una jodida sobredosis de pastillas u otra mierda y llamarle para que viniese a rescatarme. Pero tardaría más de cuatro horas en llegar. Para entonces ya estaría muerta, y la historia se iría a tomar por culo. 
Podría apellidarme Lisbon, tener sexo con hombres en el tejado y ser la última de las cinco en suicidarme. Para mí el coche y el gas.
Podría ser la única mujer embarazada en un mundo infertil. Daría a luz entre disparos y el ruido seco de los muertos cayendo al suelo a mi alrededor. Después me quitarían al bebé y me violarían una y otra vez intentando concebir más niños. O eso creo, no lo sé.
Podría empezar mi historia loca de amor y acabarla olvidándolo y cambiándolo por droga. Podría follar con una mujer mientras un grupo de hombres nos miran. Podría comérsela a un tipo por un gramo. Porque, al fin y al cabo, lo mejor de las blancas es que la chupamos de coña.