lunes, 21 de mayo de 2012





"Si como un solo bombón más, reviento", dice mientras se lleva a la boca otro de esos dulces cuadraditos de chocolate. Sonríe mientras me mete a mí uno también. Luego se levanta y se abrocha los pantalones. Con la cabeza bocabajo sacude su pelo varias veces con las dos manos. Parece un león cuando se incorpora. 
Una leona.
- Te voy a echar de menos. Una tarde entera es demasiado tiempo, ¿no te parece?
Me sorprende la dulzura con la que lo dice.
- Demasiado, definitivamente. - Contesto con la misma ternura incorporándome un poco en el sofá. Se inclina sobre mí para darme un beso. Se separa un poco, me mira, y me vuelve a besar. La abrazo y la atraigo hacia mi cuerpo con fuerza hasta que pierde el equilibrio y cae sobre mí riendo.
- Si empezamos así no llego, ¿eh? - Bromea.
- Pues no llegues... - Vuelvo a besarla y deslizo ágil mi mano entre sus piernas, por encima de su pantalón.
 Dos minutos más tarde ambas nos hemos olvidado de a dónde tenía que ir y casi una hora después sale presurosa por la puerta, aún sudorosa y despeinada.


Pero, al fin y al cabo, es la chica más preciosa del mundo. Y la chica más preciosa del mundo tiene derecho a cualquier cosa.
 Incluso a llegar tarde.





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